18/1/09

HERMANA PLANTA


Intentar desentrañar los misterios que esconde el llamado mundo vegetal desde perspectivas mecanicistas tal y como acostumbra a hacerlo la ciencia ortodoxa es una tarea harto difícil. Las visiones materialistas cuando se refieren a lo orgánico siempre son sesgadas y parciales, y es que, no contemplan la variable fundamental que da coherencia a lo orgánico. Se trata ni más ni menos que de la VIDA, la cual no es la resultante de una combinación de elementos físico-químicos; en todo caso, estos elementos permiten la expresión de algo que sin duda es anterior a ellos mismos y los trasciende. La vida se sustrae a cualquier intento de definición.

Las plantas como seres vivos son entidades exquisitamente sensibles y generosas dispuestas siempre a entregar lo mejor de sí mismas a cambio de un trato respetuoso y un poquito de amor.

Todas las culturas han considerado que los humanos estábamos emparentados a estos benditos seres. En este sentido, la Geobiología nos muestra aspectos análogos al los del ser humano en el comportamiento de las plantas. Así los árboles expuestos a radiaciones perturbadoras son atacados por las plagas, generan tumoraciones, se retuercen, crecen inclinados tratando de huir de las corrientes malsanas o bien atraen al muérdago el cual, generosamente absorbe el exceso de radiación patógena. Sin embargo algunas especies de árboles como la encina, el abeto, el ficus, el sauce, el fresno, el algarrobo, la acacia se adaptan bien a cualquier alteración

Existen plantas como las ortigas, las alcachoferas, la cola de caballo, el philodendro, la dieffenbacchia, el muérdago, la belladona, la digital, la hiedra … a las que les encanta las zonas patógenas. Por el contrario, otras entre las que se encuentran las hortalizas, los rosales, las margaritas, las grosellas, los cereales, los frutales (a excepción de los ciruelos, las higueras, los melocotoneros…) no soportan las corrientes de agua subterránea, o las zonas alteradas

Llama la atención el hecho de que precisamente algunas de las plantas de mayor poder terapéutico como, las ya mencionadas la cola de caballo, la ortiga, la alcachofera, el saúco, el espino albar crecen precisamente en zonas patógenas. Se diría que actúan como agentes alquímicos que trasmutan los elementos patógenos en sustancias curativas de primer orden.

Caminar descalzos sobre la hierba y abrazarse a los árboles son actividades recomendables que realizadas conscientemente desarrollan la sensibilidad y nos equilibran energéticamente. Por otra parte convivir con plantas en nuestro hogar es otra interesante opción. No solamente absorben un porcentaje de partículas tóxicas siempre presentes en cualquier ambiente sino que son elementos armonizadores especialmente valiosos. Decídete por aquellas que resuenen contigo. Obsérvalas en silencio, abierto a recibir su mensaje. Alguna hablará a tu corazón diciendo "llévame". Esa es tu planta, no lo dudes.