“Todo, alrededor de nosotros es “información”, desencriptarla y encontrar su sentido no es más que una cuestión de nivel de conciencia. Cada árbol, cada nube, cada piedra, es una señal en vuestro camino, que si la escucháis os daréis cuenta que ellos hablan de vosotros….” StéphaneCardinaux
Hace ya mucho tiempo que repito la misma cantinela: la Madre Tierra es cómplice de nuestra propia evolución. Me consuela que algunos geobiólogos experimentados con los que he tenido ocasión de hablar hayan llegado a esa misma conclusión. Evidentemente, la finalidad de esta complicidad no es otra que tomar conciencia de quienes somos y de lo que pintamos en este mundo. A mi entender esta complicidad adopta infinidad formas y maneras de manifestarse, unas son positivas,y otras aparentementeno lo son tanto,en el sentido que provocan mecanismos de ajuste a través de la experiencia
del dolor. Sin embargo,son poderosos aliados en esa necesaria toma de conciencia.
Bien, esta complicidad de la Madre Tierra se objetiva a través, de una de las expresiones más complejas, versátiles, escurridizas y vayan ustedes poniendo adjetivos similares hasta que se cansen, y no habran hecho más que descorrer una pequeña parte del velo de uno de los grandes misterios de los que se ocupa y preocupa la Geobiología. Como supongo que ya lo habran adivinado,me refiero en general a las redes telúricas y en particular a la Red Hartmann, que quizá sea, a efectos prácticos, la red más importante por ser la más habitual y cercana. Existen también otras expresiones de la complicidad aludida
Perdónenme, que me repita pero es que de nuevo nos enfrentamos a la misma cuestión: nada, absolutamente nada que tiene que ver con la Geobiología tiene ningún sentido al margen de la VIDA.