“Si la apariencia es lo que hace bellas a las cosas, entonces es la Belleza que estamos buscando; si la apariencia da sólo la apariencia de belleza a las cosas, entonces no es la Belleza que buscamos”, Platón.
Toda manifestación realmente humana ha de ser resonante con las leyes de la Naturaleza y de la vida, por lo tanto, sustentarse en tres pilares fundamentales de los que ya hablaba el Bhagavad Gita y más tarde Platón: Lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Concebidos tradicionalmente como ejes
directores de cualquier manifestación artística pueden ser claros referentes para el geobiólogo, que
practica más allá de la vertiente científica, un arte que aúna precisamente
Naturaleza y vida. Esta es una primera reflexión, ineludible porque atañe al núcleo de nuestro trabajo como
geobiólogos.
Muchos geobiólogos, llevamos tiempo observando en nuestro trabajo la existencia de una especie de demanda implícita que tienen que ver con inquietudes de tipo emocional, mental o espiritual planteadas por el cliente o paciente que ha solicitado nuestro servicio.
Para
evitar confusiones es preciso señalar que el significado que damos a la palabra
espiritual, nada tiene que ver con la interpretación que las religiones dan a
este término sino más bien y lejos de cualquier connotación moral, a todo
aquello, que trasciende el plano material de la realidad.
Vivimos tiempos confusos en una sociedad en profunda crisis que se mueve a velocidades de vértigo exigiendo respuestas convincentes a los nuevos interrogantes que el ser humano se plantea en cada momento y a los clásicos interrogantes que demandan no solo respuestas más coherentes sino también nuevos planteamientos existenciales. No hay un solo área donde se manifiesta la actividad humana que no se halle tocado por esta crisis: religión, ciencia, relaciones humanas etc. Pero si el ser humano se halla afectado por la crisis, el medioambiente reflejo físico del alma de la Gran Madre Tierra que nos acoge, ha de estarlo también. Evidentemente todo aquello que incumbe a la Tierra que al fin y al cabo, es nuestra gran casa, incumbe a todos los seres que la habitamos, de la misma manera de que todo aquello que incumbe a nuestra pequeña casa de todos los días incumbe a los que moramos en ella. No es banal recordar que es precisamente en nuestra casa, donde acontecen los principales eventos de nuestra vida: nacimiento, muerte, enfermedad, penas, alegrías, estrechas relaciones humanas. Y es que, es en el entorno más inmediato donde proyectamos lo que en esencia somos. Así pues, podríamos hablar de la casa como una entidad viva sujeta a los mismos vaivenes de la existencia que los que habitan en su seno.